EXHUMACIONES EN SAN CRISTÓBAL
Los técnicos cepillaban al milímetro las muelas, "el estuche" del ADN, vital para las comprobaciones. Los 36 cuerpos de presos republicanos que Aranzadi ha sacado a la luz en el monte Ezkaba, cerca de Pamplona, servirán para reparar parte de la injusticia y del olvido.
E. Conde
- Sábado, 5 de Junio de 2010Noticiasdenavarra.com
La Sociedad de Ciencias Aranzadi y la asociación Txinparta, en el conocido como cementerio de las botellas de San Cristóbal.
"Amada Juanita...,
enséñales a las hijas que
respeten mi memoria..."
(Carta de un preso)
Asomaba una botella, junto al cadáver, en la fosa número 29 y en el relieve sobre el vidrio se leía Gaseosas Alegre. Paradojas de la vida, gotas de alegría en una fila de fallecidos por un destino cruel y una época aterradora que hay que reescribir y reparar. La alegría no se había presentado en la ladera norte del monte Ezkaba desde hace casi setenta años hasta que esta semana surgió de nuevo un guiño esperanzador. De entre las paladas de tierra removidas del talud que cobija el cementerio de las botellas, camposanto de los 131 presos que supuestamente enfermos murieron en el fuerte de San Cristóbal, se oyó el crujir de las maderas, apareció el brillo de las botellas que contienen la identidad de cada esqueleto y, por fin, brotó algún signo de satisfacción, de que el trabajo tan bien hecho por los técnicos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, por el colectivo Txinparta y la Asociación de Familiares de Fusilados, tenía su recompensa tras una semana trabajando a pleno pulmón, cincelando cada palmo de terreno, realizando una labor minuciosa en cada zanja del camposanto.
La exhumación llevada a cabo esta semana en el emblemático monte que escolta el valle de Ezcabarte ha permitido que salieran a la luz 36 esqueletos, doce de ellos pertenecen a presos cuyas familias ya están localizadas. Por cierto, una de las zanjas no contenía el cuerpo de nadie. Era como si se hubiera esfumado. O como si hubiera sido exhumado en su día a toda prisa. Todavía queda una ardua labor en el lugar. Hasta ahora sólo se habían exhumado del lugar los restos de seis personas, pero en las próximas dos semanas la docena de técnicos que trabaja en Ezkaba liderados por Francisco Etxeberria, presidente de Aranzadi, espera concluir con éxito la excavación una vez se reinterprete el plano militar que se conservaba del camposanto.
El plano.
Koldo Pla, miembro del colectivo Txinparta y de la Asociación de Fusilados de Navarra, explicaba ayer el hallazgo al tiempo que colocaba un círculo en las doce fosas que se corresponden con los desaparecidos a los que buscaban sus familias. "Esta fila nos está ayudando a reconstruir la lectura el croquis que dibujó el capellán. Antes habíamos exhumado el cementerio civil, presos que no quisieron ninguna atención religiosa antes de morir, y ahora, al aparecer esta hilera de restos nos ha hecho darnos cuenta que a la orientación que creíamos correcta del mapa hay que darle la vuelta. Son muertos enterrados de una manera ordenada, con una distancia igual entre ellos y que se corresponden con la última etapa del Fuerte como cárcel, cuando funciona ya como hospital penitenciario, entre 1942 y 1945".
La aparición de los restos provoca que "podamos exhumar directamente a alguno de los solicitados. Es algo que puede retrasar el trabajo que teníamos previsto ahora, pero que desde luego va a adelantar mucho toda la tarea general". "Si dando la vuelta al plano nos encajan los restos, las identificaciones serán más fáciles. Tal y como estamos viendo que se está desarrollando el trabajo, es posible que no haga falta hacer todas las pruebas", detalla Pla. El problema no es que falte la identificación de los cuerpos, sino que dos tercios de los cuerpos que descansan en esta ladera no han sido reclamados por sus familiares, que o bien desconocen que se encuentran en tal lugar o no se han puesto en contacto para seguir el recorrido de sus antepasados.
La humedad del paraje, la frondosa vegetación, han sido inclementes con los restos, incluso con los papeles que contienen las botellas y que debían conservar la identidad de los presos. Los tapones se han carcomido y las fichas se han evaporado en la mayoría de los casos. El propio terreno o el modo en el se trasladaron por el monte las cajas con los cadáveres han provocado que mu-chas veces la botella aparezca incrustada entre los húmeros del esqueleto o en los huesos del pie, con formas diluidas por los años y la erosión.
"Ojalá que podamos acabar pronto el trabajo. Al paso que llevan, calculo que en quince días podríamos tener buenas noticias y completar este éxito, que salgan a la luz después de 74 años. Aunque siempre en estas historias se mezcla la alegría del momento con la tristeza que te envuelve al echar la vista atrás", contrapone Olga Alcega, presidenta de la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra.
Anónimos, la mayoría
Ella entiende que existan restos anónimos a su alrededor. "Tendría que haber un listado oficial de desaparecidos y que cualquier persona pudiera consultarlo allí donde esté. Tiene que haber una iniciativa estatal que lidere esto, que se abra una ventanilla para aglutinar a tanta gente de sitios tan diferentes que buscan los mismo. No hay que olvidarse que estos cuerpos de Ezkaba pertenecen a personas de fuera de Navarra y que, muchas veces, por desconocimiento, sus familias no saben que están aquí". Por desconocimiento y "por miedo", no olvida Alcega, que matiza "pero un miedo que se está perdiendo".
Como cabeza visible en Navarra, Alcega destaca que "el problema es tener localizadas a las familias y que además sepamos el lugar de los enterramientos". Y manda un mensaje como epílogo: "Lo único que buscamos son la defensa de los derechos humanos. Aquí no hay nadie con afán de venganza o de rencor y jamás se mezcla esto con la política. Sólo queremos satisfacer a aquella gente que perdió a los suyos", recuerda Alcega, mientras entre los esqueletos aparecen botones, anillos y medallas de vírgenes que hace 70 años relucían como ayer el sol en Ezkaba.
http://www.noticiasdenavarra.com/2010/06/05/sociedad/navarra/ezkaba-recupera-su-memoria
enséñales a las hijas que
respeten mi memoria..."
(Carta de un preso)
Asomaba una botella, junto al cadáver, en la fosa número 29 y en el relieve sobre el vidrio se leía Gaseosas Alegre. Paradojas de la vida, gotas de alegría en una fila de fallecidos por un destino cruel y una época aterradora que hay que reescribir y reparar. La alegría no se había presentado en la ladera norte del monte Ezkaba desde hace casi setenta años hasta que esta semana surgió de nuevo un guiño esperanzador. De entre las paladas de tierra removidas del talud que cobija el cementerio de las botellas, camposanto de los 131 presos que supuestamente enfermos murieron en el fuerte de San Cristóbal, se oyó el crujir de las maderas, apareció el brillo de las botellas que contienen la identidad de cada esqueleto y, por fin, brotó algún signo de satisfacción, de que el trabajo tan bien hecho por los técnicos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, por el colectivo Txinparta y la Asociación de Familiares de Fusilados, tenía su recompensa tras una semana trabajando a pleno pulmón, cincelando cada palmo de terreno, realizando una labor minuciosa en cada zanja del camposanto.
La exhumación llevada a cabo esta semana en el emblemático monte que escolta el valle de Ezcabarte ha permitido que salieran a la luz 36 esqueletos, doce de ellos pertenecen a presos cuyas familias ya están localizadas. Por cierto, una de las zanjas no contenía el cuerpo de nadie. Era como si se hubiera esfumado. O como si hubiera sido exhumado en su día a toda prisa. Todavía queda una ardua labor en el lugar. Hasta ahora sólo se habían exhumado del lugar los restos de seis personas, pero en las próximas dos semanas la docena de técnicos que trabaja en Ezkaba liderados por Francisco Etxeberria, presidente de Aranzadi, espera concluir con éxito la excavación una vez se reinterprete el plano militar que se conservaba del camposanto.
El plano.
Koldo Pla, miembro del colectivo Txinparta y de la Asociación de Fusilados de Navarra, explicaba ayer el hallazgo al tiempo que colocaba un círculo en las doce fosas que se corresponden con los desaparecidos a los que buscaban sus familias. "Esta fila nos está ayudando a reconstruir la lectura el croquis que dibujó el capellán. Antes habíamos exhumado el cementerio civil, presos que no quisieron ninguna atención religiosa antes de morir, y ahora, al aparecer esta hilera de restos nos ha hecho darnos cuenta que a la orientación que creíamos correcta del mapa hay que darle la vuelta. Son muertos enterrados de una manera ordenada, con una distancia igual entre ellos y que se corresponden con la última etapa del Fuerte como cárcel, cuando funciona ya como hospital penitenciario, entre 1942 y 1945".
La aparición de los restos provoca que "podamos exhumar directamente a alguno de los solicitados. Es algo que puede retrasar el trabajo que teníamos previsto ahora, pero que desde luego va a adelantar mucho toda la tarea general". "Si dando la vuelta al plano nos encajan los restos, las identificaciones serán más fáciles. Tal y como estamos viendo que se está desarrollando el trabajo, es posible que no haga falta hacer todas las pruebas", detalla Pla. El problema no es que falte la identificación de los cuerpos, sino que dos tercios de los cuerpos que descansan en esta ladera no han sido reclamados por sus familiares, que o bien desconocen que se encuentran en tal lugar o no se han puesto en contacto para seguir el recorrido de sus antepasados.
La humedad del paraje, la frondosa vegetación, han sido inclementes con los restos, incluso con los papeles que contienen las botellas y que debían conservar la identidad de los presos. Los tapones se han carcomido y las fichas se han evaporado en la mayoría de los casos. El propio terreno o el modo en el se trasladaron por el monte las cajas con los cadáveres han provocado que mu-chas veces la botella aparezca incrustada entre los húmeros del esqueleto o en los huesos del pie, con formas diluidas por los años y la erosión.
"Ojalá que podamos acabar pronto el trabajo. Al paso que llevan, calculo que en quince días podríamos tener buenas noticias y completar este éxito, que salgan a la luz después de 74 años. Aunque siempre en estas historias se mezcla la alegría del momento con la tristeza que te envuelve al echar la vista atrás", contrapone Olga Alcega, presidenta de la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra.
Anónimos, la mayoría
Ella entiende que existan restos anónimos a su alrededor. "Tendría que haber un listado oficial de desaparecidos y que cualquier persona pudiera consultarlo allí donde esté. Tiene que haber una iniciativa estatal que lidere esto, que se abra una ventanilla para aglutinar a tanta gente de sitios tan diferentes que buscan los mismo. No hay que olvidarse que estos cuerpos de Ezkaba pertenecen a personas de fuera de Navarra y que, muchas veces, por desconocimiento, sus familias no saben que están aquí". Por desconocimiento y "por miedo", no olvida Alcega, que matiza "pero un miedo que se está perdiendo".
Como cabeza visible en Navarra, Alcega destaca que "el problema es tener localizadas a las familias y que además sepamos el lugar de los enterramientos". Y manda un mensaje como epílogo: "Lo único que buscamos son la defensa de los derechos humanos. Aquí no hay nadie con afán de venganza o de rencor y jamás se mezcla esto con la política. Sólo queremos satisfacer a aquella gente que perdió a los suyos", recuerda Alcega, mientras entre los esqueletos aparecen botones, anillos y medallas de vírgenes que hace 70 años relucían como ayer el sol en Ezkaba.
http://www.noticiasdenavarra.com/2010/06/05/sociedad/navarra/ezkaba-recupera-su-memoria
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